9.21.2009

Noche del 21 de septiembre (09)

Primera parte:

Todo era especial. Había burbujas de colores flotando a mi alrededor, a su alrededor. Bailábamos cogidas de la mano, con los ojos cerrados, flotando sin flotar, sin sentir el suelo bajo nuestros pies. Sí, las burbujas eran frescas y suaves, esponjosas, y no explotaban. Miré mi reflejo en una de ellas, con los ojos medio cerrados y sonreí. Soltaste mi cintura y cogiste mis manos, y comenzamos a girar cada vez más rápido. Sentía el frescor del bosque en mi rostro, el olor a lluvia. Mi vestido blanco bailaba también alrededor de mis rodillas. Reíste fuerte. La droga del amor estaba haciendo efecto en nuestras venas e iba camino del corazón. Caímos al suelo con el pulso acelerado, mirando al cielo. Una estrella fugaz. Un deseo. Algo que ni siquiera una estrella fugaz sería capaz de cumplir. Pero siempre nos quedará soñar.


Segunda parte:

Oh dios mío. Faltaban dos horas. Dos escasas horas para cumplir uno de mis sueños. Y el reloj cada vez avanzaba más lentamente. Me senté y me levanté del suelo miles de veces, sin saber qué hacer, queriendo dejar los nervios atrás y dejarme llevar ahí dentro. La cola de personas era infinitamente larga, no alcanzaba a ver a las últimas personas. Al cabo de un rato los que estaban delante mía se fueron levantando y recogiendo sus cosas, y yo hice lo mismo, y los de detrás mía. Oí gritos de impaciencia, los nervios de todo el mundo a flor de piel. Y fue entonces cuando los chicos que había delante mía comenzaron a andar y mi corazón a correr. La entrada en mis pantalones, la mochila al hombro. Todo listo. Vi el rostro sonriente de la mujer que recogía las entradas y se la di con impaciencia, y entonces entré. Para mi, en esos momentos, fue el lugar más hermoso del mundo entero. De toda la galaxia, de todo el universo. Vi el enorme escenario. Y solo supe correr, como si el diablo me persiguiera, para intentar estar lo más adelante posible. Sentía cómo las personas que iban detrás mía iban formando filas y filas, empujones y exclamaciones. Me sentía apretada entre tantas personas, pero no me importaba, sólo quería que empezara ya. Pero algo frío, tremendamente frío rozó mi brazo y mi mano derecha, y al girar el rostro lo vi a él, con su pelo rubio ondulado, su piel blanca como la nieve, sus ojos azules, su sonrisa perversa. ¿Qué diablos hacía Lestat a mi lado en un concierto de Muse?

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